Mer et coucher de soleil

Inch'Allah

La historia de mi primera travesía oceánica a vela

Siempre he sido feliz en el mar. Será que me viene de mi abuelo Jean, marinero en el ‘Mad Atao’, un barco que llevaba mercancías en el canal de la Mancha y en las costas bretonas. Siempre le he visto esa mirada de marino feliz, hasta su último aliento. Será que para él significaba mucho lo de “mad atao” (significa “siempre bueno” en bretón). Para mi lo tendré siempre en mente.

De vuelta a los orígenes

Hace un año empecé el viaje de vuelta a mi pasión azul. Aunque tenía mi título francés, he decidido volver a pasar todos los títulos españoles para obtener el reconocimiento de ‘Capitán de Yate’ en abril de este año 2024. Una cosa es tener el título, otra es demostrar que lo vales. Siendo pragmático, he contactado con todos los amigos marinos para ofrecer mi persona a bordo de veleros. Como sabemos todos los amantes de la vela: “El mejor momento en el barco es cuando apagas el motor para dejarte llevar por el viento.” La sensación de armonía con los elementos es única.

«El mejor momento en el barco es cuando apagas el motor para dejarte llevar por el viento.»

Una nueva aventura

El amigo belga Philippe me ofreció amablemente juntarme a una travesía desde la isla colombina hasta la isla del meridiano. Con su compañera Amandine, nos subimos a bordo del barco del bretón Jacques y su pareja Nadine, los cuatro expertos marinos, para realizar esa navegación de 9 horas. Desde que pudimos apagar el motor y alzar la vela, me emocioné y monopolicé el timón durante horas sin encender el piloto automático. Era tanto el placer que procuraba volver a sentir las olas, el viento en las velas y el movimiento del ‘Dufour 425’ en mis manos que me quedé hipnotizado. Poco a poco el viento iba creciendo, pasando poco a poco de unos 6 nudos a 18 a 20 nudos. Las horas de intercambio a bordo nos hicieron sentir como amigos navegantes. Al llegar al puerto de La Estaca, con vientos racheados de 25 nudos, Jacques consiguió atracar la embarcación a buen recaudo y Nadine me comentó de la posibilidad de compartir una travesía desde nuestro puerto de salida (San Sebastián) hasta Marruecos. Precisamente, por destino, tenía unas vacaciones previstas para las fechas indicadas. Era para mi una gran oportunidad de seguir mi sueño: prepararme como buen marino.

Unas semanas después, Jacques me invitó a cruzar el canal que une las islas occidentales de La Gomera y Tenerife para ir a buscar a Nadine. Ella llegaba en avión al aeropuerto sur de la isla vecina a su puerto de vida en Canarias. Por supuesto me apunté y navegamos unas 6 horas desde San Sebastián a San Miguel de Abona. En esta travesía llegamos a tener muchos tipos de condiciones, iniciando con un viento agradable y un mar poco agitado, pasando por un nulo viento, siguiendo con un viento más fuerte y terminando con olas de 1 metro y medio y un viento de proa que nos obligó a poner el motor. Disfruté de cada momento, aprovechando para aprender del que considero como un gran Maestro. Jacques tiene un barco equipado para que él lo pueda llevar solo como gran marino que es. Sin embargo es capaz, sin darse cuenta, de enseñar lo mejor de su persona con los mejores consejos para un marino menos experto que quiere mejorar.

La Gomera-Tenerife: condiciones variadas

Una gran cualidad del Maestro Jacques es la toma de decisión para zarpar en el mejor momento para la seguridad de su tripulación y del barco. Cuando me contactó para decirme que teníamos que zarpar el día de la Hispanidad en vez de 3 días después (como lo tenía pensado), tuve que organizarme, buscando la mejor forma de librarme de asuntos profesionales al encontrar compañeros guías que supieron llevar a cabo actividades de GuiaNatura EcoTourism en perfecta autonomía una vez organizadas. Estaba llegando a San Sebastián de La Gomera, preparado y motivado, de nuevo con el ferry de Armas, el día anterior a nuestra salida. Me acompañaba mi querida Aleydi que, por suerte, se iba a quedar en tierra ya que le habían llegado nuevas oportunidades. Fuimos a cenar todos a modo de última cena antes de ir a acostarnos para, después de un magnífico desayuno a bordo preparado por Nadine al día siguiente, zarpar. Ese día, muy orgulloso de emprender el viaje y de mis orígenes, desplegamos el ‘Gwenn Ha Du’ (la bandera bretona) en el puente y nos despedimos de la isla colombina, de la cual llevábamos también la bandera muy alta a modo de bandera nacional. Curiosamente, ese día nacional español, a las 9:00 horas de la mañana, íbamos saliendo del último puerto que dejó Cristóbal Colón en su viaje al otro lado del charco pero, eso sí, en sentido contrario. Empezaba la aventura…

La Gomera-Fuerteventura: una travesía canaria

Para empezar, íbamos a iniciar por una travesía que nos llevaba, en unas 170 millas náuticas, desde San Sebastián (La Gomera) hasta Gran Tarajal (Fuerteventura). En esta primera etapa y en la siguiente, nos tocaba unos turnos de noche en el puente para mantener el rumbo y vigilar cualquier cosa que ocurriera. Para ello, nuestro capitán nos entregó un cuadrante de vigilancia en las cuales, durante las 24 horas de la fecha, nos tocaban, de forma alternativa, unas 2 horas encargados de puente. En el reparto, para permitir que nuestra Maestra cocinera Nadine pudiera descansar de noche, se decidió compartir las horas nocturnas entre Jacques e yo. Me tocaba los horarios siguientes: 11:00-13:00 + 17:00-19:00 + 23:00-01:00 + 03:00-05:00.
Al ver que me tocaba dos veces de noche me alegré mucho recordando una regata dando vuelta al ‘Finistère’ bretón. Siempre me acordaré de mi primera navegación de noche, cuando tenía 20 años, al timón de un velero de 12 metros con 5 tripulantes durmiendo a bordo. Iba llevando la caña con la firmeza y la soltura suficiente para surfear unas olas de onda larga, con un magnífico cielo, manteniendo el rumbo que me había indicado el capitán que dormía en el puente frente a mi. Las luces de la costa del sur de ‘Finistère’, sus faros y boyas me impresionaban pero la sensación de manejar la situación en total confianza con mi capitán era superior. Iba a apreciar de nuevo la responsabilidad de cuidar del buen desarrollo de la navegación nocturna.
En las primeras horas de navegación, la excitación de una gran navegación de 24 horas para llegar a nuestra primera escala hizo que estaba más pendiente de dar noticias a la familia por mensajería ‘WhastApp’, publicar fotos y videos en ‘Facebook’, en fin, compartir esta maravillosa experiencia con mis seres queridos y las personas que me siguen en las redes sociales. Sobre las 13:00 horas estaba compartiendo una navegación con el gennaker al sur de la isla de Tenerife con un viento de 17 nudos (pincha en el enlace para ver el directo de Facebook). Comentaba también las primeras observaciones de fauna marina en estas primeras horas de navegación: un grupo de calderón tropical, un grupo de delfín listado y un posible grupo de delfín de Risso. El gran azul nos ofrecía sus maravillas y la experiencia se presentaba muy bien.

Ya hacía un rato que me estaba familiarizando con la aplicación ‘WatchMate’, que nos permitiría durante toda la travesía conocer la posición de los barcos cercanos gracias a su AIS (Sistema de Identificación Automática), nuestra posición, nuestra velocidad, la velocidad del viento y su dirección. Para estos últimos datos, también teníamos a bordo los elementos del propio barco, que ya nos permitían conocerlos. Además, en la mesa de cartas también teníamos acceso a la aplicación ‘Navionics’, que nos daba nuestra posición exacta en una carta náutica detallada, así como el rumbo que seguíamos (hasta nuestro destino y en tiempo real). Todos estos elementos nos permitían seguir nuestra ruta en todo momento, aparte de que, cada hora, el sistema y nuestro capitán registraban en nuestro diario de a bordo el más mínimo cambio (rumbo, motor/vela, incidentes, etc.).

«Nunca hay que olvidar el placer, porque si no hay placer en la comida, entonces es una verdadera lástima.»
Jean Le Cam

Uno de los momentos destacados a las 13:32 fue ver en la app, a unas 5 millas náuticas, que Aleydi regresaba a Tenerife en el 'Volcán de Teno' rodeado de barcos con los evocadores nombres de 'Abrazo', 'Soñador' y 'Naoned'. Este último es el nombre bretón de la ciudad donde se encuentra el castillo de Ana de Bretaña, nuestra duquesa que tomó el armiño blanco como emblema.
Unos minutos más tarde, nuestra querida Nadine nos agasajó con nuestra primera comida a bordo y continuamos tranquilamente hacia el sur de la isla de Gran Canaria. Qué suerte tener una excelente cocinera a bordo. Muchos marineros saben de lo que hablo. Como dice Jean Le Cam (un experto marino bretón que ha hecho varias veces la vuelta al mundo en velero): “Nunca hay que olvidar el placer, porque si no hay placer en la comida, entonces es una verdadera lástima”. ¡¡¡Gracias Nadine!!!

Se acerca la noche

Volví a coger la costumbre de ir a descansar cuando menos nos lo esperamos si estamos en tierra y, en pleno día, aunque no estuviera cansado, me acerqué a la cabina para tomar un descanso en previsión de la noche.

«Nosotros los marinos, llevamos el sueño de otra forma. Sabemos que es preciso ir a dormir en pleno día porque tendremos que estar al 100% cuando nos toque estar despiertos en el turno de guardia.»

La puesta de sol en el mar llama siempre la atención. Los colores que nos ofrecen los últimos rayos de nuestra estrella más cercana son muy bonitos y es el momento en el cual tenemos que encender las luces de navegación nocturna para ser visibles. Nadine es una aficionada a sacar en foto estos momentos tan lindos. Ese día, el cielo estaba bien nublado y las nubes se tiñeron de tonos anaranjados-rosados muy bonitos. Solo se apreciaba algún rincón de cielo despejado y dejaba esperar una noche con poca luz. Sin embargo, cuando se hizo de noche, el planeta Venus y la luna aparecían en el cielo a veces. Esa última podía incluso enseñar ese largo camino de luz en el agua. Al verlo, me alegré por los juveniles de pardela cenicienta ya que era el inicio del periodo de salida del nido para estos aventureros pelágicos.

Nosotros íbamos a una media de 6 nudos en dirección a nuestro destino con un mar tranquilo. Para mantener esta velocidad, tuvimos que estar unas horas, a partir de las 21:07h, con el motor ya que el viento había aflojado con la noche. Pasando al sur de Gran Canaria, nos cayeron algunas gotas del cielo que deseaba mandar a las islas porque faltaba mucha agua después de un invierno 2023-2024 de los más secos (primera vez en 108 años que no caía nieve en el parque nacional del Teide) y un año 2024 con escasas precipitaciones.
Esta noche, por primera vez en mi vida, he visto resplandecientes reflejos verdes en el agua que parecían saludarme. Eran plancton fosforescente. Ese momento mágico quedará grabado en mi memoria para siempre.
Es a las 3:05 del día 13/10/2024, cuando Jacques, aunque se había ido a su turno de descanso, apareció de nuevo en el puente. Conoce tan bien su barco que, durante toda la navegación, al mínimo cambio de condiciones, lo siente y demuestra que tiene el sueño marino, este sueño que permite estar descansando mientras está pendiente de lo que pasa. Me recuerda la capacidad que tienen los calderones para dormir una parte de su cerebro mientras la otra sigue despierta y alerta. El aire había vuelto con 12 a 13 nudos y era momento de alzar las velas otra vez para disfrutar de dejarse llevar por ‘Avel’ (significa viento en bretón). Fue creciendo y, una hora después, soplaba a unos 16 nudos, lo que nos obligó a tomar un rizo y enrollar un poco el génova. El barco estaba un poco escorado pero en buena posición para ir a descansar.
A las 6:30 yo estaba de nuevo al timón. Algunas veces para mantener la atención y disfrutar de las sensaciones, apagaba el piloto automático para manejar el velero y llevar el rumbo, siempre alerta a los posibles peligros. Precisamente en este momento, en la cercanía del dispositivo de separación de tráfico marítimo entre Gran Canaria y Fuerteventura, una señal de AIS me llamó la atención. A unos 3,6 millas y unos 192º de nuestra popa, con una ruta que cruzaba la nuestra, teníamos un buque portacontenedores con un nombre evocador para un soñador: ‘Star Explorer’, un carguero de 141 metros de eslora y 25 metros de manga. Estuve muy atento durante 17 minutos y es cuando vi su luz de costado verde que pude relajarme, ya que nuestras rutas no se iban a cruzar.

Ese día, el sol salía a las 8.04 a.m. y sólo 17 minutos antes la luz del día ya había aparecido y realmente estaba disfrutando del momento cuando un joven delfín moteado del Atlántico vino a saludarme saltando justo al lado del barco (pincha aquí para ver el momento en Facebook). Fue un momento inolvidable. Después de mi último turno de noche, estaba solo en cubierta en medio de la nada y él llegó como una nueva señal del Gran Azul. Después de esta magnífica experiencia, me quedé disfrutando del momento y no fue hasta las 9 de la mañana cuando terminé mi guardia para ir a descansar después de haber izado solo toda la vela mayor y sacado toda la superficie de la vela genova. Avanzábamos a 8,1 nudos en dirección a Fuerteventura.
Antes de preparar el barco para la entrada al puerto, aproveché la red para compartir la llegada a la vista de la isla (pincha aquí para ver el directo de Facebook).
En el puerto de Gran Tarajal, estábamos en el pantalán junto a una pareja con 2 niños pequeños que estaban a punto de cruzar el Atlántico. Por una curiosa coincidencia, mientras charlábamos amistosamente, resultó que eran amigos de un compañero guía turístico de Tenerife con el que habían perdido el contacto. El destino me puso en su camino para encontrar de nuevo a esta persona.
Tras una merecida ducha, el capitán Jacques hizo que yo estudiara las condiciones meteorológicas, y se decidió que ibamos a zarpar al día siguiente a las 12:00 horas. Según el cuaderno de bitácora que llevaba Nadine, podríamos tener casi 53 horas de navegación, con las correspondientes guardias. Terminada la excelente cena, era importante un buen reposo esta noche.

Fin de la travesía hacia el este

Lunes 14 de octubre, son las 10 de la mañana y me levanto tranquilamente para tomar un buen desayuno preparado por Nadine. Luego pensé en sacar la basura y llevar a cabo la clasificación que había preparado, pero Nadine se me había adelantado y Jacques me invitó a dar un paseo hacia el pueblo antes de salir. Así pude estirar las piernas corriendo un poco por el paseo marítimo.
La salida de Gran Tarajal transcurrió sin incidentes y tuvimos una agradable navegación hasta Agadir con algunas novedades:

  • Aprovechamos un viento adecuado para izar el spinnaker.
  • Antes del anochecer, un grupo de delfines moteados vino a jugar en la proa del barco.
  • Mientras descansaba, oí a Nadine y Jacques pescar su primer pez, que luego disfrutamos juntos en la cena.

Cuando llegamos a ver la costa de Marruecos el miércoles 16 de octubre, pude ver también charranes, alcatraces y otras aves marinas que nos daban la bienvenida. Atracamos a Agadir sobre las 12:30h. No tenía ni idea de que mi escala en este país de África -continente donde no había vuelto a poner los pies desde hacía más de 20 años- iba a ser tan corta. Otra aventura me estaba esperando...

Delfines a proa

Buena pesca

Nadine y su captura del día, un listado (Katsuwonus pelamis).

Tri Martelod

Llegamos a Agadir, Nadine, Jacque y yo, tres marinos felices.

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